Mythic Quest: Raven’s Banquet
De nuevo, al igual que me pasó con Modern Love, estoy hablando de una serie que empecé a ver porque varias personas a las que sigo en twitter comentaban que la habían visto y que les había causando una impresión bastante buena. De nuevo, volví a lanzarme a la aventura porque eran capítulos no muy extensos (sobre 30 minutos) que se dejaban ver en cualquier momento que tengas un hueco libre.
La historia de esta primera temporada de Mythic Quest (AppleTV+) empieza cuando la empresa está a punto de lanzar Raven’s Banquet, la gran expansión de su producto estrella y durante 9 capítulos (incluido un capítulo 5 que parece totalmente inconexo con la historia principal) seremos testigos de como es el día a día en este estudio de desarrollo tan peculiar.
El protagonista de todo es Ian Grimm ese tipo que, un poco por azares del destino, ha conseguido parir una gran idea (un videojuego). Esa gran idea se ha convertido en un éxito de masas y, desde entonces, vive en una torre construida a base de egocentrismo y elevada aún más, si cabe, por ciertas personas de su entorno.
Un jefe que nunca acaba de saber cuando le llegará su próxima gran inspiración y que, por si las moscas, no se intimida a la hora de pedir a parte de su equipo que le acompañe en horas de las más extrañas, para ponerse a trabajar en la siguiente gran idea nada más salga de su cabeza. Una persona que ve su gran producto como el legado que dejará en la historia de la humanidad.
Hoy en día, si tenemos videojuegos nos vamos a encontrar con streamers que creen contenido con dicho producto. Streamers que arrastren a una gran legión de seguidores (millones) y cuya opinión pueda tener un gran impacto en el futuro de un producto. Streamers… que pueden ser niños de 13 años. Streamers que emiten la puntuación de un producto en b-holes, o asteriscos ****, o… bueno, creo que ya sabes por donde va la traducción, ¿verdad?
También nos encontraremos con otros personajes de lo más variopintos entre los que podríamos destacar a un director de monetización (Abed de Community) que encuentra el sentido a su existencia de una forma un tanto inmoral, un director de operaciones que ni dirige ni opera o un storyteller (¿director de guión?) demasiado ocupado en intentar que el videojuego se convierta en una novela.
Por supuesto, al tratarse de una historia centrada en un juego online nos vamos a encontrar con penes (bueno, gente dibujando penes más bien) y nazis. Eso por descontado.
Sobre las tramas… un poco de todo. Nos vamos a encontrar con pequeñas dosis de amor (algunos correspondidos, otros no tanto), situaciones de «acoso sexual» en el trabajo (bien trabajada esta trama, consiguiendo sacar algo de humor de un tema tan complicado, por eso las comillas), pequeños intentos de vuelta a la cordura, intentos de crear inspiración en los niños que salen mal… Un poco de todo como decía.
En definitiva, como comentaba al principio, una comedia con un cierto toque satírico de las situaciones que se pueden llegar a vivir dentro de una compañía de software que tiene un producto de cierta fama pero cuyo interior no reluce tanto como podría parecer desde fuera. Es decir, creo que casi cualquier compañía de cualquier sector.